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martes, 18 de mayo de 2010

Why don't you & I...?

Grita.

Venga. Grítame lo que quieras decirme. ¡Y no pongas la excusa de que te has quedado sin voz! ¿Qué ha pasado con tus miradas venenosas? ¿Con tus ceños fruncidos? Da igual que no puedas decirlo. ¿Me oyes? Me da lo mismo. No me lo cuentes. Grítamelo.

Sabes hacer eso, Ezra. Lo has hecho muchas veces. Me llamas idiota en silencio y me dices que me vas a cortar la cabeza con un solo gesto. Lo tuyo no es susurrar, ni pasar desapercibida. Me importa muy poco (no me importa en absoluto) que estés muda.

Grita. Grita porque te voy a decir lo que vi en aquella habitación, cuando por fin decidiste confiar en mí, y no va a gustarte.

¿Sabes qué?

Vi a una chica.

Sí. Frágil, fuerte, de mil maneras distinta. Auténtica e intentando ser falsa. Valiente por fuera, cobarde por dentro. Vi a alguien lleno de defectos tan obvios que dejaban de ser un problema. La vi orgullosa, testaruda, insolente, desquiciada y desquiciante. Vi una muñeca rota, maltratada por el tiempo y unos dueños que nunca la vieron como a algo más que un juguete. La vi tan débil y derrotada que me enfurecí.

Por primera vez en mi vida, sentí rabia por alguien que no fuera yo mismo. Quise dar una paliza a personas que no conocía y que no me habían hecho nada. Y quise simplemente porque estabas allí, en el suelo, con la mirada gacha y los hombros hundidos.

Pero no podía meterme en una pelea. Al menos no en ese momento. Mi venganza a puñetazo limpio tendría que esperar. Así que hice lo que sólo el torpe Adam podía hacer. Intenté recordar cómo se animaba a alguien, pero no me vino nada a la mente. Y se suponía que era escritor, que tenía el don de sacarme frases geniales de la chistera en un abrir y cerrar los ojos. Pero la realidad me abrumó y sólo supe sentarme a tu lado y apretarte el hombro con la mano. Quizá intentaba convencerme a mí mismo de que, en el fondo, era útil. Quizá sólo quería transmitirte un poco de fuerza que creí que me sobraba.

No dijimos nada. Supongo que no hizo falta. Me quedé contigo hasta que vinieron a recogernos, horas más tarde. Y es el mayor tiempo que he estado callado en mi vida… y el que mejor he empleado.

Ése es tu don, Ezra.

Me dejas sin Palabras.

Eso explica el "oh, no, mierda. Otra vez" cuando pasas a mi lado. Ya no me concentro. Ya no me sale comportarme con normalidad. Tú no eres normal. Yo no soy normal. Pffft, ¿para qué me voy a molestar? Lo que quiero decir, Ezra, es... ¿Por qué tú y yo no...? Ya sabes. Bah. Quizá no. Da lo mismo.

Te he calado, tirana, que es lo que cuenta. ¿Y bien? ¿Vas a pegarme un par de voces o no?

2 comentarios:

  1. No estoy segura de que Ezra vaya a hacerlo, ¡pero debería!

    Esos argumentos son convincentes, desde luego.

    Go, Adam, go!

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