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domingo, 31 de octubre de 2010

Las causas perdidas hay que perderlas bien

Los recuerdos le hundían los hombros. Conseguían lo que ni todos los enemigos del mundo habrían logrado: detenerle. Kasdan tenía claro que no era ningún inútil, pero en ese momento se le olvidó. Lo único que le quedaba, aparte de un poco de tabaco y el envoltorio de un caramelo de menta en el bolsillo, era la culpa. No iba a soltarla tan fácilmente.

Había tenido que abandonar a Oliver. Porque él se lo había ordenado. Había sido todo... por una estúpida orden de parte de un hombre que se creía inmortal. Y a esas horas ya debía estar muerto. Su amada ironía nunca le había sabido tan ácida.

Por supuesto que Kasdan no se podía mover. Acababa de perder lo más parecido a un padre que había tenido. Ahora le quedaba un hueco que no sabía con qué llenar. Y empezaba a anochecer. Y empezaba a hacer frío.

Miró la puesta de sol y pensó en Letto.

Todo era por su culpa. Si ella no les hubiera abandonado, nada de eso habría pasado. Ella habría podido derrotar a todos los mercenarios, habría podido huir de la base con Oliver y salvarle. Pero había tenido que sublevarse y marcharse con esa actitud suya. Ella. Precisamente ella.

Letto, a veces, parecía niebla. No una nube, las nubes se quedaban en el cielo y eran bonitas la mayor parte del tiempo. Letto convertía cualquier lugar en un paisaje lúgubre con sólo desenvainar. Y desaparecía tranquilamente después de la matanza, deshaciéndose en el aire. Por eso Oliver la había querido tanto. A ese idiota siempre le habían gustado las cosas que no podía tener. Se había pasado sus veintiocho años intentando meter niebla en un bote de cristal, intentando ganarse el corazón de alguien que no tenía. Muchos le habían dicho que era una causa perdida, pero Oliver quería perderla con todas las de la ley, habiéndose jugado hasta el pellejo primero.

¿Y ella? Kasdan no tenía ni idea de qué pensaría Letto cuando se enterara de la muerte de su maestro. A lo mejor lloraba. No, seguro que no iba a derramar ni una sola lágrima. Nunca se había visto a ninguna niebla llover.

El asesino huérfano sacó su espada rota. Pensó en clavarla en el suelo, convertirla en la tumba de Oliver. Pero no podía deshacerse de ella. Con esa espada había fallado por primera vez en su vida. Ésa espada era la culpa de la que ya no quería deshacerse. Así que volvió a envainarla y se fue a la taberna de Lucy. Era temprano para que hubiera alguien, pero aún así la chica le abrió. Lo reconoció al instante y frunció el ceño. Kasdan contuvo una sonrisa amarga. Evidentemente la joven camarera no podía olvidar al que había estado a punto de destrozar su bar hacía sólo dos noches.

-¿Qué es lo que quiere esta vez? -y su voz estaba más afilada que la media espada del asesino.
-Que me invites a un trago.
-¿Y por qué iba yo a hacer algo así? -inquirió la bella Lucy, apartándose el pelo rubio de la frente.

Esa vez a Kasdan se le escapó la sonrisa. Lucy sabía cómo hacer que se le olvidaran las cosas. Sabía manejarle. Como la otra noche, cuando le echó del local con un par de frases y su mirada insondable. Lucy podía jugar con Kasdan sin quemarse. Se veía en su cuerpo relajado apoyado en el marco de la puerta, en sus ojos precavidos y en sus labios que juraban no sonreírle jamás.

Y, como a Oliver, a Kasdan le gustaban las cosas que no podía tener y las causas perdidas que merecía la pena perder.


3 comentarios:

  1. Kasdan me encanta. Todo entero, desde el nombre hasta la sonrisa, pasando por cada palabra que dice. Y Letto igual, porque es niebla y la niebla se te mete hasta los huesos solo para congelárteles.
    No sé muy bien que decir, porque tengo sueño, pero me gustó demasiado. Leer cualquier cosa tuya me gusta demasiado.
    Ah, por cierto, las mejores causas perdidas son las que merece la pena perder, tienen toda la razón.

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  2. Kasdan es G-E-N-I-A-L. La niebla no puede embotellarse, pero siempre puedes reclamar su atención. Díselo a Kasdan de mi parte.

    Las causas perdidas siempre fueron las mejores.

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  3. Tú y tus frases... Qué genial, Wanderbrá :)

    *a Kasdan le gustaban las cosas que no podía tener y las causas perdidas que merecía la pena perder.*

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