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jueves, 28 de octubre de 2010

Sólo está confusa

Me paré.
De repente... Poco a poco todo empezó a volverse negro. Negro por las esquinas, negro trepando... Perdí de vista mi arena y mis plantas. Me asusté. Y mientras empezaba a flotar hacia arriba sólo pensé una cosa. Es extraño, como un único pensamiento puede tener tanta fuerza. Fue intenso. Creo que fue la primera vez que de verdad me concentré el algo.

"No me quiero ir sin Aaron".

Egoísta, ¿eh? Sé lo que es el egoísmo. Es de color azul oscuro y sabe ácido.
Pero los peces no duramos mucho. Me sentí con derecho a ser egoísta porque... Porque me estaban quitando muchas cosas de golpe. Me arrancaban de la pecera.
Lo único que quería era llevar la vida que me correspondía. Esa vida que me guardé en el bolsillo, que puse detrás de burbujas y comida para peces. Una vida dónde pudiera chocar los cinco, silbar, subir escalones de dos en dos. Eran cosas que siempre quise hacer. ¿Por qué...? ¿Por qué me tocó ser un pez?










Cuando abrí los ojos lo primero que hice fue asfixiarme. Me moví, intentando buscar oxígeno, intentando respirar, intentando... volver al agua.
Sólo que no había agua a la que volver. Estaba en una cama.
Y mis manos era tan blancas que podía divinar las venas azules bajo la piel.
El monstruo de la bata blanca se cernió sobre mí con su lucecita en la mano. Me sujetó la cabeza. Me la acercó a los ojos. Estaba... hablándome... ¿Eh?

-Muy bien, Zoe. ¿Cómo te encuentras?

Respondí automáticamente, sin darme cuenta.

-¡No puedo respirar!

El monstruo sonrió amablemente.

-Yo no diría eso. Tranquilízate, ¿vale? Estás bien.
-¿Dónde...? ¿Cómo? ¿Qué?
-Con eso lo tienes casi todo cubierto, ¿verdad?

Era una buena persona. ¡Un momento! Persona... Bata blanca. ¡Un médico! Los veía en la televisión. Curaban a la gente. A veces resolvían crímenes. Abrían a las personas, metían la mano dentro y las arreglaban. ¿Me habían... arreglado?

-¿Qué me pasa? -pregunté.

Estaba pensando deprisa. Demasiado. No podía terminar una idea sin que otra me asaltara. Se encadenaban, se daban la mano y me estaban mareando muchísimo. Todo me daba vueltas... Todos los signos de interrogación bailaban. Me sujeté la cabeza, sintiendo que se me iba a caer.
Sentí la mano grande del hombre amable en mi hombro.

-Tranquila, Zoe -repitió. Me quedé enganchada en sus ojos grises. Parecían... burbujas. Sólo que más profundos, más sólidos. Eran humanos-. Respira hondo.
-Yo... Me llamo Ariel.

Pareció sorprendido. Luego, preocupado. O quizá sólo tenía hambre o había recordado que tenía que hacer algo urgente. Era mala leyendo las expresiones de la gente que no son Aaron. No estaba acostumbrada. Sentía algo... Pesado, muy pesado. A la altura del pecho.

-¿Puedes decirme en qué año estamos, Zoe? -me preguntó tranquilamente.
-¿Eh...? ¿El año? -a los peces no nos importaban esas cosas.
-¿Sabes dónde vives?
-En la habitación de Aaron, encima de unos cómics y debajo de las cajas del lego.

Vale. Sí que estaba preocupado.

Miré a mi alrededor y de pronto lo comprendí. No estaba en casa. No estaba Aaron. Yo... Yo no era yo. Estaba en una pecera cuadrada sin agua, sin arena, sin plantas, con paredes sólidas y que no eran transparentes. Estaba en una pecera de humanos con un humano especializado en arreglar gente. Porque ahora yo era gente. Una persona.
Levanté la sábana que me tapaba, creando una cúpula blanca a mi alrededor. "Iglú". Lo vi en un documental. Pero no pensé en los esquimales, pensé en... En que tenía piernas. Allí estaban. Largas. Suaves. Moví los dedos de los pies. Luego me miré las manos, asombrada conmigo misma. ¡Era... Era yo!

-¿Por qué mis uñas son azules? -pregunté de repente.

El doctor me miró, un poco confuso.

-Es esmalte... No te lo quitaron.
-Ah -torcí el gesto, asqueada por la imagen mental de alguien arrancándome las uñas-. ¿Para qué sirve?
-Para... adornar.
-Oh. Como mis escamas rojas.

Me miré las uñas, nostálgica de pronto. Sí. Parecían escamas, sólo que de un claro color azul, como el del cielo que nunca pude mirar directamente. El doctor carraspeó. Flexioné los dedos, maravillada por su flexibilidad. Volvió a carraspear.

-Zoe... ¿Puedes decirme quiénes son tus padres?
-¿Padres?

Padres. Padres, padres, padres... Repetí la palabra mentalmente hasta emborronarla. Padres. Había oído eso antes en las series de televisión y... Aaron tenía unos. Sí... Una mujer entraba a ordenar la habitación a veces, era su... Padres es plural. La mujer debía ser uno de ellos.

Pero yo...

-Aaron tiene, pero yo no -me callé un momento, alarmada porque quizá fueran extremadamente necesarios para ser considerada humana-. ¿Dónde se consiguen?

Pues me trasladaron al "ala" (que no era un ala en serio, sino una parte del gran acuario al que todos llamaban Hospital) de psiquiatría.

"No deja de hablar de un tal Aaron y de una pecera. No es real, no se preocupen. Sólo está confusa". Y la humana que a veces venía a verme, la humana con sombras moradas debajo de los ojos y el pelo desordenado, la humana que siempre parecía estar a punto de caerse rendida, me miró y asintió. Yo apenas me di cuenta. Su pelo rojo brillante era igual que el mío.

Quise preguntarle si ella también había sido un pez, pero entonces la enfermera que me estaba abrochando la bata me sonrió y dijo "Ha venido tu madre a verte, Zoe. ¿Estás contenta?".

Los ojos llenos de agua de mi madre eran del color de las algas.

Después se marchó, me cambiaron de habitación y el doctor Monroe empezó a explicarme lo que era una accidente de moto, lo que era un coma, y lo que era confundir un sueño que había tenido durante el coma con la realidad. Dijo que ése sueño era la causa de mi confusión. Pero yo no había estado confusa antes de conocerle a él y a su mundo real.


7 comentarios:

  1. Hermoso, ah estado fantastico... y divertido (:3) Un placer leerle n_n

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  2. Me parecía divertido hasta que empezó a parecerme triste. Luego pensé, qué demonios, si Ariel es fantástica. Pero, claro, se ha perdido Zoe.

    En resumen, una sensación muy, muy, muy agridulce. Rematas con ese final.

    Y, sea como/quien sea, estoy segura de que terminará por volver a cruzarse con Aaron.

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  3. Oh, shit, Ariel se ha vuelto Zoe.
    Es tan triste y divertido a la vez que no se que narices pensar. Me encantó, porque es difícil leer algo tuyo y no enamorarse de cada palabra.
    Dime, por los dioses, que vuelve a cruzarse con Aaron, dímelo, dímelo (:

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  4. Pero... pero, ¿qué ha pasado?
    El pez Ariel se ha muerto¿? Y ahora Ariel es Zoe, pero... ¿y Zoe?
    Me ha dejado la sensación de que, a lo mejor se estaba mejor en la pecera, un poco triste, amargo. Un poco fuera de agua.
    Pero claro, sigue siendo Ariel, y el único que falta es Aaron.

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