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domingo, 14 de noviembre de 2010

Me salté cuando no estaba mirando


La última vez que vi a Marcos estaba dejando vagar la mirada por un andén de tren acosado con el frío de diciembre. Las ideas se le escapaban y se acercaban demasiado al borde. Querían probar equilibrio en las vías. A Marcos no le importaba, las hubiera dejado intentarlo, que se probasen a sí mismas, a ver hasta dónde podían llegar. Por eso Verónica le dijo siempre que no sería un buen padre. No sabía decir que no a locuras que iban en serio.

Óscar le encontró. Para el estudiante de matemáticas no había sido ningún reto sumar dos y dos y descubrir dónde había ido Marcos. Se había encontrado las llaves encima de la mesa de la cocina al llegar a casa. Era una regla de tres: Llaves - Cocina, (entonces) Marcos - Huyendo.

Tiró los rodeos al suelo y se plantó al lado de su amigo hundido.

- ¿Qué coño te crees que estás haciendo?

Marcos no respondió al principio. Esperó. Llamó a sus ideas de vuelta y las encerró en su cabeza. No podía dejar que Óscar viera las tonterías que había estado pensando.

- Espero el tren de las ocho y cuarto.
- Es tu puñetera novia, Marcos.
- Ya no.

Óscar estuvo a punto de pegarle un puñetazo, pero se detuvo. Recordó que Marcos se había criado rodeado de hermanos mayores y él sólo tenía una hermana pequeña obsesionada con Justin Bieber. Seguramente en una pelea saldría perdiendo él. Aún así, las ganas de atizarle no se le pasaron.

La verdad es que (entre vosotros y yo) Marcos estaba tan asustado que sólo podía comportarse como un imbécil egoísta. Asumiendo ese papel que Verónica le había tirado a la cara se sentía muy cómodo. Sólo había tenido que dejarse llevar, meter algunas de sus cosas en una maleta medio rota y pagar un taxi a la estación. Había apagado su conciencia hacía mucho rato, pero ahora allí estaba Óscar, listo para tomar el relevo.

Y no quería tener que oírlo.

- Es tu novia, diga lo que diga, se ponga como se ponga - el matemático hablaba despacio, conteniendo su enfado.
- Me ha dejado, Óscar. Se acabó. Es así de sencillo.
- ¡No es para nada sencillo, y lo sabes! - estalló él -. ¡Es la madre de tu hijo, por el amor de Dios!

Y eso que en el colegio decían de Óscar que no tenía puntería ninguna. No valía para encestar, ni para meter gol, mucho menos para jugar a los dardos. Pero aquél día, en el andén, tuvo la suerte del principiante en poner el dedo en la llaga. Máxima puntuación. Hoyo en uno. Guao.

- Tengo veintidós años... - susurró Marcos. La voz le traicionó, pero sólo un poco.
- Y ella sólo tiene veinte años y a ti. Sin trabajo, sin estudios, sin familia. ¿Vas a dejarla con sólo sus veinte?
- Ella me ha dejado a mí - el escapista miró a su compañero de piso. Intentaba ser inexpresivo, pero no le salía. Tenía los ojos cansados de no llorar.
- Eres un cobarde. Joder, eres un puto cobarde - Óscar dejó escapar una carcajada nerviosa e incrédula -. ¡Es que es Verónica! Está asustada y es orgullosa, pero sabe tan bien como yo que no va a poder seguir con esto sola. Te necesita. ¿Es que no eres capaz de entenderlo?
- No, tú eres el que no lo entiende - Marcos no tenía fuerzas para enfadarse. Se las había dejado en un cajón en su cuarto. Se olvidó de ponerlas en la maleta -. No me quiere. Le he hecho daño y ya no me quiere. Es que es Verónica, dices... Pues entonces ya sabes cómo funciona. No va a volver a quererme nunca.
- Pues te aguantas. ¡Te aguantas y te quedas con ella y con tu maldito hijo! ¡Y te pasas toda la vida haciéndote perdonar si hace falta, pero te jodes y te quedas, Marcos!

Eran las ocho y diez. El móvil de Óscar le vibró en el bolsillo. Había puesto la alarma a esa hora para ir a buscar a Lucía a la biblioteca, pero estaba claro que no iba a llegar.

No se sentía mejor. Era extraño. Después de haberle gritado a su mejor amigo seguía teniendo ganas de más. Se le pasó la idea de odiarle. Quizá era eso. Quizá él tampoco podía perdonarle ni jugar a ser ciego durante más tiempo. No quería ayudarle a él, sino a ella. Y en el fondo quería que el aspirante a actor se fuera. Sí. Quería que Marcos cogiera ese maldito tren y no volviera jamás. Quería que Verónica le odiara de verdad y, qué demonios, él también quería odiarle.

Y de alguna forma, Marcos lo sabía.

- Si tanto la quieres ve a consolarla en vez de estar aquí conmigo - dijo, levantándose y cogiendo su maleta. No miró a Óscar -. Seguro que está llorando sin que la vean.
- Marcos... - la voz le sonaba a advertencia, a rojo-peligro.
- Oye, una pregunta. ¿Cómo te has colado en el andén sin comprar billete?

Tenía ya un pie dentro del tren. Se volvió para mirarle, esperando respuesta. Óscar quiso gritarle más. Quiso decirle otra vez lo cobarde que era y lo mucho que iba a arrepentirse. "No vuelvas nunca, Marcos. Nunca". Pero no lo dijo. No lo dijo porque los ojos claros del actor ya sabían todas esas cosas y por eso quería marcharse. Verónica no le quería. Óscar no le quería. Él no se quería.

Así que decidió ser compasivo y no decirle lo desgraciado que era antes de perderle de vista. Compasión envenenada era lo máximo que podía ofrecerle al que durante casi diez años había sido su mejor amigo. Pues qué bien, se dijo.

- Me salté el control cuando el revisor no estaba mirando.

3 comentarios:

  1. Siempre escoges las palabras adecuadas (:

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  2. Hm *silencio, se piensa*

    [Primero: yo también querría un apocalipsis zombi para pegar tiros. Y para estudiar anatomía sin libros xD]

    Marcos me ha impresionado bastante más que Óscar y no sé por qué. Quizá porque es cobarde, pero desde mi ignorancia, hasta que me creo que tiene razón y que ella no le quiere. Quizá porque me ha impresionado que tenga un hijo y se largue; demasiado caballeroso sería quedarse si no quiere... demasiado de película.

    Por otra parte, eso de que nadie le quiere ha sido cruel. Mucho. Marcos también me ha dado mucha pena (compasión envenenada por partida doble, creo).

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  3. "Compasión envenenada"
    Bueno, compasión al fin y al cabo, pero debe saber la mar de agridulce...
    No sé si sentir pena por Marcos, darle la razón a Óscar, o pensar en Verónica y lo que le espera. Lo dejaremos en un poco de todo.
    (Yo me salté un día el control del metro y medio me arrepiento, porque me pillaron, xD).

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