S i l a e s p a d a d e D a m o c l e s c a y e r a s o b r e m i c a b e z a ,
s e a b o l l a r í a .



lunes, 21 de febrero de 2011

Érase que se era...

Había una vez un pequeño pueblo de pescadores. Todos los hombres allí habían nacido en el mar, las tormentas habían sido sus canciones de cuna y siempre habían respirado aire con olor a sal.  Eran los mejores pescadores del mundo y se sentían muy orgullosos de ello.
Pero siempre hay un pero.
Había uno que, en sus veinte años de vida, no había pescado nada. Se llamaba Aquiles. Todas las mañanas salía con su pequeño barco y volvía con las redes vacías. Harto de que los demás pescadores se rieran de él, hizo lo que cualquier joven impaciente habría hecho en su lugar: se apresuró a cometer un error.
Pidió ayuda al rey del pequeño país, que tenía fama de ser un hombre bueno, aunque frío y algo solitario. Primero pidió un barco mejor, redes mejores. Pero el rey se negó.
-No es eso lo que te hace falta. Tu barco y tus redes, aunque no sean nuevos, son buenos.
Después, Aquiles pidió al rey lo imposible: que le prestara la ayuda de una de sus Aves.
Las Aves del rey no eran pájaros, sino muchachas. La mayoría provenían de las montañas, aunque había algunas pocas que habían nacido en zonas costeras. Cuando eran pequeñas, si hacían gala de su canto y su impresionante capacidad para contar historias, eran llevadas a la corte como regalos para el rey. Allí se les enseñaban todo tipo de canciones, con todo tipo de propósitos. Había rumores que decían que algunas Aves del rey podían atraer la lluvia con sus cánticos, o hacer crecer las flores. Sin duda, pensaba Aquiles, debía existir una canción para engañar a los peces.
El rey no se lo pensó ni siquiera un segundo y le dio permiso para escoger al Ave que más le gustara. Aquiles receló.
-¿Y qué me vais a pedir a cambio? -preguntó.
-Sólo que no la pierdas. Podrás llevártela con su jaula, y en su jaula deberá estar todos los días cuando se ponga el sol. De no ser así te buscaré, pescador, te encontraré y te castigaré. Habrás perdido algo que es valioso para mí, habrás desobedecido una orden mía, y como venganza yo te quitaré a ti aquello que más miedo te dé perder.
Aquiles pensó que lo único que lo atemorizaba era perder el mar. Por muy poderoso que el rey fuera, se dijo, no podía quitarle aquello. Era imposible. Sonriendo porque había engañado al monarca, aceptó el trato.
Le condujeron a la sala donde las Aves vivían, en grandes jaulas con forma de esfera y barrotes dorados. Al verle, casi todas se levantaron, le miraron, empezaron a cantar o a sonreír, intentando llamar su atención. 
-¿Cuál sabe canciones para el mar? -preguntó Aquiles al sirviente que le acompañaba.
-Sólo una.
-¿Cuál? -repitió el pescador.
-La número treinta y seis.
Se acercaron a la jaula que llevaba ese número. El Ave en su interior permanecía sentada en sus cojines, dándoles la espalda. Tenía el pelo de un color azul pálido, muy apagado. Casi blanco.
-¿Cantarías para mí? -preguntó él.
La chica no tardó en responder.
-Es estúpido preguntarle a alguien que está en una jaula lo que quiere hacer. Cantaré, si me lo pides. No puedo no hacerlo.




-Eh, Ítaca... Sigue. ¿Qué pasa después?
-¿Te gusta? -susurró la chica en mitad de la oscuridad del ático.
-Un poco. Bueno. No me da asco como las demás cosas -respondió el impaciente y orgulloso Dédalo-. Bueno, sigue, sigue.
-Mañana. Continuará.





Vais a ponerle a Aquiles la cara de Brad Pitt e Ítaca os odiará por ello. Pero no puede evitarse xD
Y como he prometido a Gin que voy a terminar algo, voy a empezar por poner Aeronautas en orden. ¡Jum!

5 comentarios:

  1. Lindísimo cuento. Me gusta el Ave treinta y seis, y tiene razón.
    Nadie que te enjaule, o que no te libere, tiene derecho a preguntar. Se las estaría dando de bondadoso.

    Y me niego a poner a este Aquiles la cara de Brad Pitt. No sólo porque me cae mal, sino porque no quiero que Ítaca me odie.

    ¿Continuarás mañana de verdad?

    ResponderEliminar
  2. Hizo lo que cualquier joven impaciente habría hecho en su lugar: se apresuró a cometer un error.
    Qué cierto.

    Besos

    ResponderEliminar
  3. Asombroso! al fin podré leer una de tus historias algo completas *O*

    Por cierto, es fantastica!

    ResponderEliminar
  4. Resulta que Ítaca también sabe contar (buenas) historias. Realmente buenas. Me gusta Aquíles, pero me gusta más el Ave treinta y seis.

    ResponderEliminar
  5. (Aún sigo aquí. A expensas de que no veas esto, jiji)

    ResponderEliminar