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martes, 23 de agosto de 2011

Exista o no

Me miré las manos, blancas y frías. Ni siquiera estaban sucias. Había intentado ensuciármelas, pero no había nada en aquella espantosa habitación que sirviera a mi propósito. El cuarto de Ría era a la vez un cuento y una pesadilla. Y sin embargo, sabía que con ella estaba a salvo. Algo me lo decía. Quizá fuera la forma que tenía de mirarme, de sonreírme, de no tocarme nunca. Tenía más miedo de mí que yo de ella.
Pero eso no quitaba que quisiera escapar de allí.
"Volveré por la noche", me dijo, con esa sonrisa culpable y desteñida. "Jugaremos una partida de ajedrez entonces, ¿de acuerdo?".
Me sentía... tan lenta. Tan vacía. Había abierto las cortinas de par en par, dejando la luz entrar. Pero el sol parecía estar a punto de apagarse. Brillaba sin fuerza, sin entusiasmo. No calentaba. No incendiaba el interior de mis párpados si cerraba los ojos. Igualmente los cerré, desesperada por sentir algo, lo que fuera. Algo que doliera, algo que ensuciara. Quería desorden, quería taquicardias. Quería cosas que ya tenía pero que no podía recordar del todo. "Sólo a trozos".
Como unos ojos marrones, cálidos, normalmente serios. Pelo un poco largo, desordenado, tapándole unas cejas que siempre fruncía. Un "los planes nunca salen bien". La cubierta de un barco mientras amanecía, el olor de las nubes que no deberían oler a nada. Agua de lluvia. Aire fresco. Sangre. "Los planes nunca salen bien".
Pero no sabía si esos recuerdos eran míos... O los había leído.
Me abracé en silencio, mirando la ventana gris. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba ligeramente entreabierta. El corazón me dio un vuelco cuando la abrí, abalanzándome hacia ella. Se la había dejado abierta. Ría se había dejado abierta la ventana. Mi ventana.
Empujé el grueso cristal, subiéndome al alféizar. Cuando el sol me dio en la cara casi me puse a llorar de alegría. Fue sólo una caricia. Pero bastó para que decidiera que no viviría ni un día más a la sombra. Ni uno.
La caída me mataría. O quizá no. Fortaleza era más una ciudadela que otra cosa. En la Torre Mayor era donde Leonardo, Hécate, Arcos y Ría habitaban. Abajo del todo estaban las mazmorras. Podría intentar escapar por los túneles, pero estaban bien vigilados. Sin embargo, allí afuera era de día, no había absolutamente nadie por las calles. Tenía que intentar bajar por la Torre.
O quizá no. Quizá no. Pero quería intentarlo, quería tirarme. Con los brazos abiertos. Con el viento queriendo arrancarme la cara. Desorden. Taquicardia. Suicida, quizá, pero con qué estilo.
Volví a mirarme las manos. Tan blancas...
"Tu piel es mía".
Me senté despacio.
No, no podía hacerme daño. No estaría bien. Cuando se diera cuenta, me mataría. Se enfadaría muchísimo, fuera quien fuera, estuviera donde estuviese. Existiera o no.


Nunca se me olvidó del todo, Kira.

5 comentarios:

  1. Hace falta valor para no saltar.

    (Hoy no encuentro joderes que añadir. Me ha picado esa zorra de la nostalgia)

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  2. Tus historias sí que dan taquicardía. Son desorden, son... son bestiales, Eureka.
    Y no sé me ocurre que más decir.
    Y tú no sabes como echaba de menos Todoloquesé. De que que forma tan arrolladora.

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  3. "Tu piel es mía."

    Algún día la diré, a alguien, espero, aunque no venga a cuento. Porque es algo que nunca se olvida del todo.
    Como Logan, que consiguió que Abby nunca lo olvidara del todo.

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  4. tus historias me aceleran el corazón...
    y ella no se lastimó por ella, sino para no lastimar a alguien más
    me encantó :)

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  5. Zas, flechado. Sí, me siento como si hubieras dado en el clavo con algo (el qué, ya no lo sé) y me hubieras dejado tiesa en la pared. Jo-der.
    " Se enfadaría muchísimo, fuera quien fuera, estuviera donde estuviese. Existiera o no."

    Creo que voy a volver a mis raíces. A mis expresiones de siempre cuando no se me ocurren palabras.
    Mierda, Wanderer.
    (Acabas de clavetearme en un corcho. ¡Felicidades! ¡Ahora soy poco más que una cosa... pinchada! Y que está leyendo otra vez la actualización.)

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