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jueves, 3 de noviembre de 2011

Casi siempre

Cuando Stuart cayó, entre humo y sangre, una sonrisa asomó a sus labios rotos. Se levantó despacio, sin disimular el esfuerzo que le estaba costando. Parecía a punto de caerse a pedazos, pero Naomi pensó que nunca le había visto más fuerte que entonces. La decisión que alimentaba sus ojos parecía sacada de alguna de las historias que se inventaba la pequeña soldado. 
"Nadie real mira así. Nadie real puede", pensó.
El Capitán miró a Stuart, apuntándole con su arma para dispararle de nuevo.
Naomi no podía moverse. Seguía anclada en el suelo, a metros de distancia de la escena, contemplándola horrorizada.
"Va a matarte. Va a disparar. ¡Corre! ¡Sal de ahí, Stuart!"
Pero se le habían acabado las palabras. Aquélla era la maldición de Emily. "Cuando de verdad quieras decir algo, te quedarás sin poder decir nada, como le pasó a Matt".
El Capitán le dijo algo a Stuart, esbozando una de sus crueles sonrisas. Naomi no llegó a oírlo, pero sí que pudo escuchar la respuesta de su amigo. O quizá sólo la leyó en sus labios. O se la imaginó. Fuera como fuese, Stuart dijo:
-Casi siempre.
El Capitán rió.
Naomi cerró los ojos con fuerza. 
No termina así, no acaba así. 
Lo reescribió mentalmente una y mil veces. 
Stuart cobró fuerza de repente, alzó su pistola y le arrebató la suya al Capitán de un manotazo. Sonrió, con las armas en las manos. Brillaba. Brillaba porque era el héroe y estaba ganando, y todo el mundo sabía que eso iba a pasar, que el momento de la victoria era justamente ese. Porque se lo merecía, maldita sea. Era un héroe genial. 
Disparó y el Capitán cayó, aún con una expresión sorprendida en su rostro desfigurado. 
Stuart se volvió hacia Naomi, sonriente. Cubrió la distancia que los separaba sin cojear siquiera y le tendió la mano, ofreciéndole ayuda para que se levantara. 
-Te estás ensuciando el uniforme -dijo.
Y Naomi se echó a llorar, porque es eso lo que la chica suele hacer cuando se da cuenta de lo cerca que ha estado de perder al héroe, cuando cae en que se han librado por los pelos. Naomi lloró porque nunca había llorado de alegría por nada, y ya iba siendo hora de empezar.
Abrió los ojos cuando escuchó el segundo disparo.
Stuart cayó y ya no volvió a levantarse. 
Algo sacudió a Naomi. Miedo, rabia, angustia. Se mareó. Miró al suelo fijamente, respirando con dificultad. Volvió a cerrar los ojos con fuerza. Los abrió. Miró a Stuart de nuevo.
"Deshazlo. Deshazlo. Maldita sea, Naomi... ¡Tienes que deshacerlo!".
Una vez más. Cerrar los ojos y abrirlos de nuevo. Una vez más. 
Lo habría reescrito mentalmente una y mil veces, pero paró de intentarlo. El mundo dejó de temblar bajo sus manos manchadas de barro y una extraña y triste calma se apoderó de ella. Volvía a poder respirar, pero tenía la sensación de que el aire que entraba en sus pulmones era ácido y estaba húmedo. 
Así que eso era. A aquello se refería Emily. La maldición de no poder decir nada cuando realmente lo necesitara. La realidad aplastaba a Naomi sin piedad y, obviamente, necesitaba decir algo. Lo que fuera. Hasta un simple "Adiós, Stuart" bastaría. Pero no le salía. Separaba los labios y no dejaba escapar ningún sonido.
El Capitán se acercó a ella entonces, recargando su arma. Naomi le miró y luego agachó la cabeza para que no la viera llorar. "Es mi turno", pensó. Y eso era todo. 
No iba a vengarse. No iba a enfurecerse. Ella no era como los personajes de sus historias, capaz de darlo todo hasta el último momento. No era valiente, no lo había sido nunca. Ella no podía coger el coraje de Stuart y pelear con él. No era capaz.
Naomi no podía ganar, no podía ni siquiera intentarlo. Asustada, temblorosa, esperando a morir, deseando que el momento de recibir el disparo no llegue nunca y, al mismo tiempo, que llegue rápido. Cerrando los ojos, apretando los dientes. Ella no podía hacer nada.
Abrió los ojos de repente.
Naomi no puede. Pero, ¿y Garra? Garra podría arrancarle la cabeza al Capitán y usarla como sombrero. Garra podría llevarse el cuerpo de Stuart de allí, ayudarle si aún se podía, enterrarle si no había nada que hacer. No pertenecía a su historia, no era real, se la había inventado. Garra ganaría.
La soldado cogió aire, despacio.


¿Garra? 


Estoy aquí.

2 comentarios:

  1. Esos momentos en los que lo único que nos queda es la nada es cuando sale lo más escondido de nosotros.

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  2. Garra podría ganar, ¿no? Y Garra ganará.
    (No sé que decir porque se me han atragantado las palabras. Bueno, sí sé, te digo que quiero leer más sobre ellos. Como sea, cuando sea. Y si tengo que secuestrarte para ello, lo haré.)

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