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miércoles, 18 de enero de 2012

Te lo puedo demostrar



Es un crimen pequeño, pero no tengo excusa.
Me gustaban las canciones que raspaban la garganta y arañaban el alma. Las que quemaban el corazón, los pulmones y todo lo que pudiera quemarse. Las historias de gente que se echaba a perder en parques de caravanas, con pistolas cargadas que sólo utilizaban una vez. Balas que eran puntos finales a vidas que parecían páginas vacías. Absenta en vasos grandes y sucios, ventanas abiertas en mitad de la tormenta. La lluvia inundando habitaciones en las que nunca había nadie. Fruncir el ceño, cerrar los ojos, tragar lágrimas. 
Estaba mal. Yo, en general. Nunca fui ni el lugar ni el momento adecuados. Nunca me dejaron serlo.
Pero si le pides a la gente que perdonen a alguien como yo, que me permitan ser libre... Dirán que no. Me hablarán de lo que es mi deber, mi trabajo, mi objetivo. Te lo contarán despacio, mirándote a los ojos, y te convencerán de que debo regresar. No te culparía. Ya lo han hecho otras veces.
Intento que entiendas por qué soy tan fan de las cosas que están rotas, de las historias que no merecen la pena. Es que me veo en ellas, Mustang. Me gusta pensar que algún día, cuando yo ya no esté, alguien contará la mía. O la cantará. Y será horrible, y hará llorar a la gente, pero me da igual. Maldita sea. 
Si no he conseguido vengarme, por lo menos quiero que se avergüencen de ellos mismos. Soy una persona. Te lo juro, te lo puedo demostrar. Soy una persona.
Te lo prometo.


Me quedé mirándole sin decir nada. Sin pensar en nada. Me tumbé a su lado y miramos juntos el techo. Cuando se me empezó a empañar la vista, me giré y apagué la luz de la mesilla.
No sabía qué decirle. Él ya lo había dicho todo. Sentía que en realidad querría no haberlo oído. Sé que es estúpido. Yo misma le había presionado para que me lo contara. Me merecía el nudo en la garganta y las lágrimas en mitad de la oscuridad. Me lo había ganado a pulso.
Lo que más me entristecía era que su voz ni siquiera había temblado al contármelo.
¿Por qué? ¿Tan seguro estaba, tan resignado? 
No había forma posible de demostrarle que no iba a dejar que le encerraran de nuevo. No podía prometérselo. Supongo que los dos sabíamos, ya entonces, en aquella pequeña y oscura habitación, que nuestro viaje iba a terminar en algún momento. Uno no puede huir eternamente, aunque intentarlo es algo que todos deberían hacer. Por lo menos una vez en la vida.
Así que le cogí la mano con fuerza. Con demasiada.
Si le dolió o no, no lo sé. No me dijo nada.

3 comentarios:

  1. Una historia rota, sobre un roto.. Triste, pero me encanta!

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  2. Las cosas rotas o se arreglan o se rompen aun mas y se olvidan

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  3. "Me gustaban las canciones que raspaban la garganta y arañaban el alma. Las que quemaban el corazón, los pulmones y todo lo que pudiera quemarse."
    Tú, yo, ahora, Las Vegas.
    Yo Elvis, tú Marilyn.
    Casémonos (o te secuestro).

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