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lunes, 24 de septiembre de 2012

Ya nos matamos mañana

Adoro las cosas que no son lo que parecen, pensó Noa. Y prácticamente eso fue todo lo que se le pasó por la cabeza. No se le ocurrió que si alguien la hubiera visto ayudando a un soldado enemigo la habrían podido acusar de traición. Tampoco pensó en que seguramente aquél soldado volvería a la batalla y mataría a gente. Nada de eso cruzó la desordenada mente de la ladrona de palabras, que siguió cargando con el cuerpo del chico hasta alejarse de la pelea.
Encontró refugio en el callejón trasero de un grupo de tiendas. Tendió al herido en el suelo y se sentó durante un minuto para recuperar el aliento. Después se arrodilló junto a él y extendió la mano sobre su hombro quemado.
-Cúrate -susurró.
Contuvo un grito cuando su propia piel empezó a enrojecerse, a abrirse, a sangrar. Concentró todas sus energías en seguir adelante, en copiar la herida por completo sin distraerse con aquel horrible dolor lacerante. El hombro del muchacho estaba perfectamente cuando el suyo empezó a curarse con exasperante lentitud. Se recostó contra la fría pared de piedra del callejón, resollando.
-Odio las quemaduras... -masculló. 
El chico comenzó a volver en sí. Se incorporó con esfuerzo, llevándose una mano al hombro. Lo miró, sorprendido al recordar el dolor pero no sentirlo más. Sus ojos desconfiados localizaron a Noa y, con una agilidad increíble, saltó hacia atrás y adoptó una posición de ataque que recordaba vagamente a un escorpión cabreado. 
Noa frunció el ceño.
-Con un simple gracias me vale -dijo.
Él no dijo nada. Noa sabía por qué estaba tan alerta. Al fin y al cabo, seguía llevando las ropas de soldado que le había prestado Rhys. Los colores de sus uniformes no combinaban, así que aunque ella le hubiera salvado, ellos tampoco podían llevarse bien. Lo entendía perfectamente, pero le dolía  mucho el hombro y había gastado una parte considerable de su energía en aquel acto de bondad gratuita, así que no le apetecía demostrar hasta dónde llegaba su comprensión.
-Oye, ya sé lo que estás pensando. Seguramente tú y yo nos enfrentaremos un día y uno de los dos no saldrá vivo de la pelea... Pero no será hoy. Te he salvado, me debes una y estoy cansada. Vete. Ya nos mataremos sin motivo mañana. 
Pareció pasar una eternidad hasta que el soldado bajó los brazos. A través de la visera de su casco sólo se veían sus ojos oscuros, que parecían no sentir absolutamente nada.
-¿Por qué lo has hecho? -la voz le sonó a metal y a duda.
Noa se lo pensó, pero no dio con una respuesta. Al final, acabó robándole las palabras a Rhys.
-Eres mi buena acción del día. 

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