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miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Quién te quiere, Noa?

-Eh, Camarera -la voz de Noa estaba ronca, llena de humo y manchada de tequila-, ¿por qué has vuelto a cambiar la decoración? La semana pasada era una nave espacial.
-Cambia todos los domingos por la tarde. Esta semana somos medievales, pero la que viene seremos una taberna del Viejo Oeste.
-Me gustaba el espacio -bufó ella.

La maldita Madame Antera estaba por todas partes. Ahora hasta los apestosos antros de poca monta que tanto le gustaban a Noa contrataban a la bruja de las narices para que hiciera un poco de abradacabra por ahí y triquicuatrequesé por allá. El ilusionismo se había puesto de moda otra vez y a Noa le recorrían escalofríos cuando pensaba que en aquél momento, en algún lugar, alguien podía estar pensando en sacar un conejo blanco de una chistera. 

-Más tequila. Y como dijo Shakespeare: "Esta vez deja la botella, muñeca".

La Camarera se rió. Dejó la botella y se dispuso a marcharse al otro lado de la barra, a seguir limpiando vasos. En los viejos buenos tiempos, esos vasos nunca estaban limpios del todo, pero gracias a Antera, ahora todo era perfecto y repulsivo. Noa retuvo a la Camarera, agarrándola de la muñeca. 

-No soy una de ésas chicas que tienen elaboradas opiniones acerca de la futilidad del amor pero que al final de la peli acaban descubriéndose a sí mismas enamoradas de su mejor amigo. Soy la amiga de ésa chica, la loca que le dice “adelante”, “esfuérzate” y que en secreto lo único que quiere es llevársela al huerto. 

La Camarera se soltó con suavidad de la mano de su clienta. Apoyó los codos en la barra.

-Comprendo.
-¿Verdad? -Noa llenó el vaso de tequila-. Es fácil de entender. Hay personas que están vacías por dentro, punto. El mundo no es perfecto, punto. Los vasos están sucios, no hay servilletas en las mesas y los baños dan asco, punto. Pero no.
-¿No? -la Camarera ladeó la cabeza, sonriendo. Le encantaba la gente borracha a las cuatro de la tarde. Quizá por eso era camarera.
 -No, no podían dejarlo de estar. Tienen que intentar arreglarlo... Con lo bonito que está roto.   

La Camarera se rió de nuevo. Pero en aquella ocasión fue una risa suave y tranquila, nada comparado con la anterior carcajada embotellada

-¿Quién te quiere, Noa? -preguntó, risueña, y atrapó un mechón negro de su amiga entre los dedos-. ¿Quién te quiere tanto como para que te emborraches tan temprano?

Noa no la miró. Observó el tequila, pensando en qué clase de fuerza clarividente empujaba a los camareros para que siempre lo supieran todo. ¿Por qué elegían servir copas, si podrían conquistar el mundo? 

Quiso decir: "No me quiere. Se ha enamorado de una idea que tiene de mí, el muy estúpido. Y le va a picar", pero no pudo. Las palabras dijeron que no con la cabeza, silenciosas, agolpándose al fondo de su mente, asustadas, negándose a salir. Renunció a ellas, de mal humor, y en lugar de su preciosa mentira tuvo que esgrimir una  dolorosa verdad que no quería ni sabía utilizar.

-Alguien que no puede arreglarme, ni dejar de intentarlo.      

2 comentarios:

  1. Los Camareros son el resultado de una extraña estirpe de adivinos cuyo origen se remonta a la Casandra de la antigua Troya, he ahí mi teoría motivada por el aburrimiento terminal.
    Y a Noa dejémosla como está por el momento... con lo bonita que está rota.

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  2. ¿Y para cuando conquistas el mundo tú, canalla? Está llegando un punto en el que si me encuentro un texto nuevo en tu blog (aunque lleve medio siglo sin entrar o algo), me alegras el día. Y así vamos.
    Y estoy por irme a un bar a ver si para las cuatro de la tarde estoy borracha y me encuentro un camarero-adivino (que sea divino, a ser posible) que me diga qué hacer con mi vida. O qué no hacer. O qué a secas. [i]Pero, no.[/i]
    Y ay, tengo debilidad por las cosas rotas. Así que el "tienen que intentar arreglarlo... Con lo bonito que está roto" es algo así como una verdad irrefutable del nivel de "la tierra es redonda, joder" de Galileo antes de morirse.

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