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lunes, 13 de mayo de 2013

I like twisted people

Me gusta la gente retorcida. Ya sabes, esos elementos a los que la sociedad ha molido a palos porque ellos mismo se han molido a palos y, bueno, siempre es mejor molerse a palos acompañado que molerse a palos solo. Que se vean bien las cicatrices, ¿eh? Que huelan la sangre. La gente nunca piensa "ya no ha pasado bastante mal". Lo dice, sí. Pero no lo piensa. No aprietan la piedra en el puño y se la guardan, volviendo a sus casas a desguazar a sus propios monstruos. Con las piezas de sus peores pesadillas podrían salir de lugares como éste, pero la libertad les asusta. La libertad les muerde. Así que tiran la piedra a esa persona retorcida y maltratada. Precisamente de esta manera es como todos terminamos retorcidos y maltratados. Abres la Biblia, lees la palabra Infierno, miras a tu alrededor y su significado se te escapa. ¿Es posible, de verdad, que exista un lugar peor que éste? Quizá. Todo depende de qué música se escuche Ahí Abajo. 
Ay, Rhys, Rhys... Caballeroso, inocente, milenario y cansado Rhys. Me miras y me preguntas con esos ojos de actor de cine en blanco y negro por qué no salvé a Nina. Y yo sonrío, te enseño los dientes de piraña, y respondo que porque no es mi estilo. Pero tú y yo, y todos, y los que no son todos pero tampoco somos tú y yo, sabemos que no me crees. La frecuencia de Buenas Intenciones que tienes sintonizada en tu puta cabeza te dice que no soy tan mala. Que no es tan grave, que tengo un corazón, que tengo alma y todavía puede remendarse. ¡Bienvenido al País de las Pesadillas, gran charlatán! Porque llevas razón. Enhorabuena. Tengo corazón. Tengo alma. Eso es lo peor de todo. ¿No te da escalofríos pensar que, a pesar de lo deliciosamente retorcida que soy ahora, todavía puedo romperme un poquito más? 


Había un vaso con agua sobre el afeízar de la ventana. Nina lo miraba con miedo y respeto, y también un poco de muda fascinación (como debía ser, porque en opinión de la trompetista la sorpresa era tan muda como las canciones que su padre nunca se atrevió a escribir). Era un vaso normal y corriente, lleno de agua del grifo. Llevaba allí tres días enteros y seguiría allí cuando ella se hubiese marchado.
Héctor no se lo bebió y lo abandonó. Recordaba habérselo llenado mientras él no paraba de hablar, metiendo sus cosas en la maleta.
-Hay cosas que quiero hacer. No voy a disculparme, Nina. No esperes que pida perdón por querer vivir mi vida... Soy joven. Muy joven para esto. Soy egoísta también. Y lo sé y tú lo sabías y no voy a decirte que lo siento -pantalones, camisetas, un par de zapatillas gastadas. El cepillo de dientes-. Es una oportunidad de oro. No te estoy abandonando. Y sé lo que dirán de mí -los libros de la Generación Perdida. El despertador roto. La ármonica. Dios, la ármonica-. Dirán que soy un desalmado. Pero tampoco voy a pedirles perdón.
Nina le miraba sin decir nada. Estaba sorprendida. Mucho.
Los ojos del escritor se detuvieron sobre el suelo. Sus palabras se escurrieron entre las tablas de madera, arrastrando el nerviosismo y las mentiras. Lo había metido todo en la maleta excepto su cazadora de cuero marrón, que Nina llevaba sobre los hombros. Se iba. Se marchaba. Él también estaba sorprendido.
Su propia voz susurró en su oreja, en tono confidencial. Querías a esta chica. La querías a ella y a sus huesos de pájaro y la forma en la que todas sus palabras se quiebran.
-Eres la mejor persona que conozco, Nina, pero estás loca. Y no puedo ayudarte -confesó.
Párate, Mundo, mira a Héctor. Acaba de decir la Verdad. Acaba de decirla en Voz Alta.
Vaya.
Nina apretó los puños. Chispas verdes, como brillantes gotas de absenta suspendidas en gravedad cero, le hicieron cosquillas en los dedos. Dejó el vaso en la ventana, sin ofrecérselo a Héctor.
Cuando el malo de la película se marchó, tenía una tormenta de arena en la boca y el agua que no se había bebido en los ojos.  Pero no lloró porque, aunque sabía muy poco de despedidas, sí entendía las historias. Él era el protagonista en la suya, un secundario en la de Rhys, y el villano en la de Nina. Y los malos nunca lloran.



2 comentarios:

  1. "Acaba de decir la Verdad. Acaba de decirla en Voz Alta."

    Vaya digo yo.

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  2. Los malos son malos por alguna razon.

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