¡Dale!

Lo que te pica, señorita Pasadena, es que no puedes más con esa máscara que te has colocado. Actúas según crees que los demás quieren que actúes. Y eres una gran actriz, bonita, de verdad. Una manipuladora nata. Apenas se dan cuenta de que nada de lo que haces va en serio, de que hace mucho tiempo que aprendiste a ser tu chiste favorito, que nunca más verás las cosas tan bien como las pintan. Eres un borrón, Pasadena. ¿Y te quejas porque te has perdido a ti misma?

¿Has perdido lo que nunca tuviste? Guao. Seguro que eso tiene truco, ¿no crees?

Empieza a ser egoísta, idiota. Haz lo que te dé la gana de una puta vez. No te rías si no quieres, no llores si no tienes ganas. Quizá así desarrolles esa cosa con la que el resto de los seres humanos hemos nacido... Eso que llamamos "empatía" o "una putada de cojones".

Dale fuerte, Pasadena. Y deja que confíen en ti, que dependan de ti, que te quieran. Sé que te pesa, debilucha. Sé que no estás hecha para ser responsable de los destrozos que causas a tu paso. Pero ya va siendo hora de crecer. Son las siete y media de un sábado nublado y te estoy esperando abajo. Vamos a ir al cine, Pasadena. Voy a comerme mis palomitas y las tuyas. Vamos a discutir porque a ti te aburrirá la película y a mí me entusiasmará, y quizá también te bese, pero sólo para que te calles. Vuelve a ser la chica que se ríe a carcajadas auténticas. Deja de hacer lo que los demás esperan que hagas porque no va a funcionarte siempre. Yo, por ejemplo, aquí donde me ves... No espero absolutamente NADA de ti.

Así que dale fuerte, Pasadena. Esta vez de verdad.