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miércoles, 16 de marzo de 2011

Miedo en la garganta



La confesión de Amy fue presenciada por tres testigos: un escritor adicto a la novocaína, una niña de once años en guerra con la humanidad y enamorada de un sicomoro y un gato que nunca prestaba atención a nada ni a nadie. Como testigo, Pimienta valía muy poco, pero siempre era bienvenido a presenciar caídas de mitos.

- Todo iba mal por allí - empezó ella.

Eddie pasó una página del libro que tenía entre manos. Por supuesto, no estaba leyendo. Se sabía El guardián entre el centeno de principio a fin. Lo único que pretendía era no escuchar a la Experta en Abandonar y Ser Abandonada. Falló.

Los ojos de Lily, en cambio, no dejaban de taladrar a Amy. La justicia reclamaba una explicación y ella quería atraparla lo antes posible, para meterla en una caja y olvidarse de aquel monumental lío.
Pimienta estaba mirando por la ventana solemnemente.

- Y... - Amy intentó tragar saliva -. El único lugar en el que recordaba haber sido feliz era... Aquí - Eddie pasó otra página -. Y no sé lo que voy a hacer o cómo hacerlo... Pero estoy segura de que las cosas saldrán bien. Soy lo suficientemente adulta como para darme cuenta de lo mal que me he portado, pero demasiado joven como para que me importe demasiado.
- Oh, Eddie. Mira qué segura está - Lily sonrió en dirección al escritor. Eddie pasó otra página.

Viéndose ignorada, la pequeña arrugó la nariz y volvió a mirar a Amy. Se levantó del suelo, sacudiéndose el peto.

- ¿Y qué es lo que quieres? ¿Quedarte?
- Sí...
- ¿Para siempre?
- No lo sé.
- Entonces yo tampoco sé si puedes quedarte. O todo o nada, Amy. ¿Eddie?

Eddie pasó otra página.

"Nadie lee tan rápido", articularon los labios de Lily. Amy contuvo una sonrisa nerviosa, retorciéndose las manos dentro del bolsillo a lo canguro de su sudadera negra. Recordó que si le quedaba tan grande era porque no era suya. Era de Eddie. Tragó saliva.

Como trotamundos que era, no estaba acostumbrada a querer quedarse en un sitio. Pero el mundo allí afuera se estaba fundiendo a negro lentamente. No quedaban lugares interesantes ni gente misteriosa que conocer. La guerra se los había tragado. Allí afuera nadie sabía luchar pero lo hacía igualmente. No hacía falta tener claras las razones. Se habían vuelto locos de la peor manera posible, y Amy no quería verlo. Era una cobarde y ésa era la principal razón por que había regresado al único rincón que la hacía sentirse a salvo.

Podía entender que Lily no la quisiera allí. Ya les había abandonado antes para unirse a los rebeldes y podía volver a marcharse en cualquier momento. Pero tenía el miedo enredado en la garganta. En el fondo, sólo era una chica que creyó ser alguien y vio e hizo cosas horribles. Necesitaba calentarse las manos en algún sitio y Eddie siempre había sido bueno con ella. Hasta cuando era pequeña y pintarrajeaba sus libros.

Pimienta se estiró. Bajó de la ventana con un mullido y silencioso salto y abandonó la habitación, dando a entender que tenía cosas muy importantes que hacer y no podía permitirse seguir perdiendo su valioso tiempo. Lily lo miró, aún esperando alguna respuesta.

Eddie suspiró, sorprendiéndola.

- A mí me vale con el nada - intervino, pasando otra página.
- ¿Eddie? - Lily ladeó la cabeza -. ¿Te estás poniendo de su lado?

Pero el escritor no pensaba soltar ni una palabra más. Aún así, estaba claro. Amy se quedaba.

- No me gusta lo que te has hecho en el pelo - masculló Lily, cogiendo su maleta y guiándola a su antigua habitación.

Amy se llevó una mano al cabello azul oscuro. Sonrió.

6 comentarios:

  1. Me he sonreído con la identidad de los testigos, me gustaron. Porque en el fondo son gente que dice la verdad: una niña traviesa, un gato, y claro, un escritor.

    La historia me llama mucho la atención, así que me obligaré a revisar entradas antiguas sobre Amy. Tus personajes siempre son tan... estratosféricos, que me dejan más allá de las nubes. Espero leer más de esta chica.

    Pistacho da vuelta la página también :)

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  2. Se me acaban las maneras de decirte lo mucho que me gustan las cosas que escribes. Pero tampoco quiero no decir nada. Y se convierte en un circulo vicioso. Así que voy a tirar por lo simple:
    Amy y Eddie me gustan mucho, son a cual peor. Pero me gusta más Pimienta, tan solemne (;

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  3. "A mí me vale con el nada."
    Porque más vale eso que quedarse con las ganas. Y yo creo que Amy y su pelo azul oscuro lo valen. Aunque solo sea porque es demasiado joven para que le importe demasiado o porque es experta en abandonar y ser abandonada...
    Pero al fin y al cabo, nadie lee tan rápido xD
    Me encantas tu y como escribes, mira que te secuestraba y te traía a mi casa, y te obligaba a escribir y a decir cosas graciosas xDDD

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  4. (me han encantado los testigos)
    Un buen texto,
    sin duda alguna (como los que dejas caer por aquí)

    Crêpes
    rellenos de
    sonrisas.

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  5. Por qué, por qué, por qué no podré casarme con esta entrada. Me ha encantado que Eddie se supiera El Guardian entre el centeno, y Lilly en general, y el pelo de Amy, y, of course, Pimienta. Y me encanta que se quede, y todo *-*

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  6. Me encanta Eddie y su forma de leer El guardián entre el centeno, y Pimienta, con su tiempo demasiado valioso.

    Amy me hizo sonreír. Los peliazules tenemos que apoyarnos mutuamente, ¿sabes? Además, los que no comprenden un para siempre, los expertos en abandonar y ser abandonados, son indescriptibles. Ese tipo de personajes me secuestran las neuronas.

    Por cierto, ¿Ha escuchado Eddie "Novocaine for the Soul"? Creo que sería interesante.

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