Mundo Castigo

Sam quiso preguntarle qué estaba pensando, pero no se atrevió. Si fuera un juego, guardaría la partida antes de preguntarle cualquier cosa a Loreto. Así de asustado le tenía. 

Iba a ser el último amanecer que vieran desde aquella azotea y ninguno de los dos estaba seguro de que el brillante plan de Lucas condujera a más días. Las dudas y el miedo estaban allí, sentados entre ellos. 

- ¿Te cuento una gilipollez? -preguntó Loreto.

- No te prometo no pensar que eres gilipollas si lo haces. 

- Por mí bien.

- Entonces vale. 

- Creo que desde que nacemos, nos estamos ahogando. A lo mejor es este mundo el que nos mata, Sam. A lo mejor, si no estuviéramos aquí, si no fuéramos quiénes somos, podríamos vivir para siempre. 

El mundo entero pareció guardar silencio, como si estuviera sorprendido. "Lo sabe", susurraban las nubes. "Qué chica más lista", musitaba el sol, despidiéndose. No se oía el grito de ninguna pesadilla, como si ellas también supieran que Loreto acababa de resolver un misterio muy importante. 

- Agachamos la cabeza porque sabemos que tarde o temprano tenemos que morir, porque creemos que así son las cosas... Pero no puedo evitar pensar que estamos equivocados. Quizá este mundo no es más que una prisión. El infierno. Todo eso. Tal vez algún día podamos marcharnos y vivir para siempre de verdad. 

Sam la miró en silencio durante unos segundos más, antes de decidir que tenía que detener toda esa escena. La luz naranja bañaba el rostro de Loreto, su pelo rubio oscuro, sus ojos marrones. Parecía muy joven y extrañamente sabia. ¿Cosas tan absurdas como aquélla estaban en su cabeza todo el tiempo? Cómo sería vivir en una mente así, se preguntó Sam. Qué delicia de caos.

- Si tienes miedo, dilo -suspiró-. No me saltes con tonterías filosóficas de vidas eternas y mundos-castigo. 

- Mundo-castigo -rió ella. 

- Estás asustada, ¿verdad? Es eso.

- Sí. No quiero morir hoy. Ni mañana. ¿Qué te parece si levantamos la barbilla y nos ahogamos durante todo el tiempo que podamos?