S i l a e s p a d a d e D a m o c l e s c a y e r a s o b r e m i c a b e z a ,
s e a b o l l a r í a .



sábado, 7 de diciembre de 2013

De algo hay que morir

Markkus se obligó a sí mismo a empezar a fumar el día que su padre le prohibió tocar un cigarillo. Tenía catorce años, promiscuidad para regalar, una sonrisa torcida que rara vez esbozaba y delirios de grandeza muy bien reprimidos. 

Era un chico sensible y se convirtió en un joven amargo. Respiraba humo todos los días y su risa cascada bailaba cada vez que imaginaba sus pulmones grises. "De algo hay que morir", dijo una vez. "Elegir de qué es un privilegio, y yo voy a jugarme todo lo que tengo a tabaco y vodka". Aparte de beber, le gustaba Axel. Sabía que también era probable que muriera por él. 

Veréis, en otra historia, Markkus fue el héroe. Y en otra, el villano. En otra, fue un cabrón con suerte, en otra un amante bastante decente, en otra un egoísta redomado. 

En esta, Markkus entrenó a la campeona de la humanidad a base de insultos en ruso y amabilidad disfrazada de mano dura. Tenía el frío de Siberia en el alma, pero enseñó a Abby a ser amable. Era un guerrero cansado de luchar, pero puso una espada en la mano de su pupila y le enseñó a bloquear.

Y cuando vio que uno de sus muchachos, un huérfano con un nombre absurdo y muy malas pulgas, miraba a su demonio pelirrojo como si fuera el primer amanecer que veía, sintió que el mundo daba un vuelvo. 

-Enséñame el brazo. 

Abby le mostró el vendaje ensangrentado. Los ojos de Markkus preguntaron y la respuesta salió a rastras de entre los dientes de la heroína en ciernes.

-Herí a Logan entrenando. 
-Te pregunto por tu herida, no la suya.
-Nos igualé -de repente, toda renuencia la abandonó y empezó a hablar con una sonrisa descarada-. Verás, viejo, soy idiota. Es el único amigo que tengo y quería que algo nos uniera. Como tus tatuajes... Pero no tenía tinta; tenía un cuchillo. 

Markkus respiró hondo. "No estás aquí para hacer amigos, Abby". Pero no lo dijo. No quería ser esa persona. Por lo menos, no en aquél momento. Ya habría tiempo de pisotear, machacar y decepcionar. 

-No es un corte muy profundo. 

Abby volvió a sonreír. 

-Y por eso soy idiota.

Ni siquiera me va a dejar cicatriz.

2 comentarios:

  1. Pero no mintamos,en el fondo todo deja cicatrices.

    ResponderEliminar
  2. NO HAY PALABRAS EN EL MUNDO PARA DECIR LO MUCHO QUE ME GUSTABA/GUSTA MARKKUS PORQUE ME NIEGO A HABLAR DE ÉL EN PASADO Y MÁS AHORA QUE VUELVES A COLGAR UN CACHITO DE ESTA HISTORIA

    um

    ResponderEliminar