Llamarada de los pies a la cabeza

Ese día, al mirar los ojos de la pelirroja, Logan aprendió que de una guerra nadie salía ileso. ¿La chica de la que se estupimoró? ¿La de la risa estridente, los paletos separados y el pelo enredado? ¿La de las palabras que no terminaban de pesar y los susurros que parecían gritos de guerra? Esa chica ya no existía. 

En su lugar había una impostora con la lengua empapada de promesas y vestida de leyenda. Sus ojos no eran negros, ahora eran carbón. Su cabello no era rojo, era fuego. Sus palabras ya no se las llevaba el viento, se habían convertido en rayos. Le habían desaparecido los tics nerviosos, ya no se retorcía las manos ni se mordía el labio. ¿Quién era aquélla bonita mentira, cuándo había llegado y hasta cuándo pensaba quedarse? ¿Cuándo se había convertido Abby en la Llamarada?

No le he quitado la vista de encima en tres años y me lo he perdido. 

- Los mataremos - estaba diciendo la heroína -. No quedará ninguno. 

- Pero...

- Ninguno - la palabra sonó como una dentellada. Markkus guardó silencio, mirando su ahijada como si intentara encontrarla -. ¿Harías prisioneros? ¿Perdonarías vidas? Si lo hicieras, ¿qué pasaría después? ¿Con qué ibas a mantenerles? Sólo comen una cosa, y no pienso dársela. Los mataremos - repitió, fijando la mirada en el mapa dibujado en la madera -. Los mataremos y entonces estaremos a salvo. Romperemos la cúpula por tres lugares diferentes al mismo tiempo...

Siguió esbozando su brillante plan, pero yo dejé de escucharla. Blue y yo nos miramos. Estaba preocupado. Por su tripulación, por los humanos. Por mí.  Porque Abby había perdido la cabeza e íbamos a morir todos en un ataque desesperado.

Pero yo no pude unirme a él. La esperanza y la fe me tenían agarrado de la garganta, impiéndome manifestar la más mínima duda sobre nuestra heroína. No tenía ninguna para repartir. Sabía que le plan de Abby era descabellado, sabía que muchos de nosotros no saldríamos con vida. Pero también sabía que tenía razón y que la única manera de estar a salvo era atestar un golpe tan loco y desesperado que quizá pudiera funcionar.