Mía es la derrota

De haber podido toser, habría tosido sangre, pero el pie de Arcos me presionaba el pecho. Parecía que tenía toda una catedral encima. Los ojos del vampiro eran como gárgolas, observándome desde las alturas, juzgándome. Condenándome.
-Y qué pequeña victoria es ésta -me comunicó. Quise reírme-. ¿No te lo dije, Logan? No puedes jugar contra alguien que maneja las reglas. Siempre gano. Siempre tengo la mano llena de ases y tú... -entrecerró los ojos. Las gárgolas reían-. Tú no tienes nada.
Error.
Yo tenía la boca llena de sangre. Yo tenía las sombras de aquella celda que pronto sería mi ataúd. Yo tenía amnesia. Yo tenía sueño, yo tenía ganas de gritar, yo tenía los dientes tan apretados que podría habérmelos roto solo. Yo tenía años a mi espalda. Yo tenía... el rechazo de la chica de mi vida, su último relámpago de sonrisa. Yo tenía el arrepentimiento por no haberla besado nunca, por no haberla mandado al infierno. Yo tenía el consuelo de que me había dejado la vida, la piel, luchando en una causa perdida.


-No vamos a ganar, Abby.
-¿Y?


Y qué divertido había sido.


Dejé escapar una risa rota, arrugada y manchada. Arcos levantó la ceja. Seguramente había estado esperando súplicas, lágrimas. Un poco de miedo, quizá.


-Mía es la gran derrota -sonreí, partiéndome más los labios.
-¿No estás asustado? -preguntó.
-¿Yo? ¿Es que no tienes ni idea de quién me creo que soy?
-Crees que eres un héroe. Pero lamento decirte que la tuya no va a ser una muerte muy heroica. Morirás entre llanto y dolor, te lo garantizo. Morirás deseando no haber vivido.
-Pero lo he hecho -levanté un poco la cabeza, gastando con eso mis últimas fuerzas-. Y ésa sí ha sido una vida heroica.