-Ya lo verás, mocoso... Cuando todos los hombres del rey caigan sobre ti...
El verdugo no pudo seguir hablando. La mano de Fiasco se había cerrado sobre su boca y sus dedos se clavaban en su carne. Sus ojos brillaron.
-Yo soy todos los hombres del rey.
Un crujido, un gorgoteo, una caída. Verdugo había muerto. Fiasco había matado a un ser humano. Se sintió mal. Se sintió horrible. Sintió como una parte de él se moría con Verdugo, yéndose con el alma oscura y repulsiva de aquél desgraciado. Respiró hondo una, dos, tres veces.
Había mentido. Él no era nadie más que Fiasco... Y Verdugo tenía razón. Iban a cogerle. Los hombres del rey iban a atraparlo. Sólo era cuestión de tiempo.
Se marchó, metiendo las manos en los bolsillos de los pantalones, que le quedaban cortos y dejaban ver sus tobillos. Tenía que enterrar a su madre antes de que ellos le encontraran.
"Todo sería mucho más fácil... si yo fuera todos los hombres del rey".
Diría algo estúpido como que si él fuera todos los hombres del rey, no sería Fiasco, pero quién soy yo para importunarlo cuando tiene que enterrar a su madre.
ResponderEliminarAy. Mierda.
Bueno, los súbditos nunca han sido plato de mi gusto, prefiero a este Fiasco con los pantalones por encima de los tobillos.