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jueves, 27 de septiembre de 2012

Y no se lo quiso devolver

Cuando reconoció su sonrisa, Mustang se tranquilizó. Era obvio que, si había muerto, fuera él el encargado de recogerla y guiarla al infierno. Ella no lo habría querido de ninguna otra manera. 
Pero aún así, la sorpresa de verle espantó a todas sus palabras.
-¿Duma...? ¿Qué...?
La sonrisa se ensanchó.
-Vengo desde el Más Allá para darte ánimos, preciosa.
-¿Vestido de Elvis?
-Mi paraíso, mis normas.
Sin embargo, hizo desaparecer el traje de Elvis, sustituyéndolo por los pantalones vaqueros y la camisa de cuadros que llevaba el día que murió. Tal y como le recuerdo, pensó Mustang con tristeza. Joven, fuerte, estúpido.
-Di la verdad: cuando me he quitado lo de Elvis, pensabas que ibas a verme desnudo -bromeó Duma, agachándose para quedar a su misma altura.
-Ha sido una gran decepción -sonrió Mustang.
Después de una breve risa, Duma se puso serio. No, no serio, sino... Solemne. Tranquilo, grave. Concentrado. Mustang nunca le había visto con una expresión tan sabia y adulta. Le chocó.
-Nena, ¿qué ha pasado? Creía que ibas a patearle el culo a Dallas -susurró él.
-Lo intenté, pero... Me ganó. 
-¿Cómo es eso?
-Me robó el corazón y no me lo quiso devolver.
Duma chasqueó la lengua, en parte divertido.
-Un tío listo... No pasa nada, muñeca. Puedes recuperarlo. Es tuyo... si todavía lo quieres.
Los ojos de Mustang se humedecieron peligrosamente. Los mantuvo abiertos para mantener las lágrimas a raya.
-No sé si quiero cargarme a Dallas, Duma. Yo... Sé que él tiene la culpa de lo que te pasó. No apretó el gatillo, pero uno de sus hombres lo hizo. Lo siente, pero aún así no pedirá perdón... Le odio. Sólo quiero que vuelvas, Duma -agachó la cabeza, perdiendo la batalla contra el llanto-. Sólo quiero que vuelvas...
-No me he ido a ninguna parte.
-No me sueltes ese rollo de que las personas que quieres siempre están contigo. No son más que tonterías -se frotó los ojos con furia, desrozándose el maquillaje.
-Lo son -había diversión en la voz tranquila de Duma-. Pero también son verdad. Volver sería fantástico... pero no puedo. Nada de lo que hagas hará que vuelva, Mustang. 
-Pero... Es que, si volvieras... Si tú estuvieras conmigo... Entonces Dallas no... Entonces yo...
Se calló, incapaz de decirlo en voz alta. No se lo había dicho cuando estaba vivo, era incapaz de decírselo estando muerto.
Duma se rió, despreocupado.
-Te quiero. Siempre te querré. Y tú me quieres. No pasa nada, Mustang. Lo sé.
-Pero... Dallas...
-Te quiero.
-Si tú no estuvieras muerto...
-Te quiero.
-...yo no tendría que sentirme tan...
-Te quiero.
-¡Deja de decir eso! -gritó Mustang.
El silencio cayó después. Las manos de Duma le agarraron los hombros con delicadeza.
-Dímelo tú.
Mustang tembló.
-Para ya, Duma...
-Dímelo.
-¿Para qué? -sollozó ella-. Estás muerto.
-Por eso mismo no puedes negarte. Dímelo, venga.
Mustang dudó. ¿No había dicho Duma que ya lo sabía? ¿Por qué tenía que decirlo en voz alta? Se iba a hacer daño. Iba a romperse, y al muy idiota le daba igual.
Pensándolo bien, a mí también me da igual.
Cogió aire, despacio. Rescató las palabras que Sacha le había robado hacía mucho tiempo y las desempolvó, dispuesta a usarlas de nuevo. Se deslizaron por su lengua, chocaron contra sus dientes y, finalmente, en medio de un susurro cobarde, abandonaron sus labios.
-Te quiero.

4 comentarios:

  1. Felicidades. Acabas de sacarle una lagrimita a una cínica potencial. Pero tranquila. Como lagrimita no valía gran cosa.

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  2. Si mi vida tuviera un narrador con voz ominosa y capítulos con nombres rebuscados (lo digo como si fuera hipotético, pero estoy convencida de que es así), éste capítulo se titularía "El blog de Eureka y el misterio de Por Qué Me Haces Esto".

    Y lo peor es que, cuando he acabado de leerlo y el torrente raro de cosas raras que sentí en el estómago más o menos se había calmado, he leído de nuevo el título y todo vino de nuevo a por mí, sólo que con metralletas.

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  3. No sé si te das cuenta, pero cada vez que leo una entrada tuya me quedo más rota que con la anterior. No sé cómo lo haces pero lo haces de puta madre. Con Duma. Con Munstang. Y con un corazón robado. Con todo eso has hecho que me enamore de la historia y de ti y de tu forma de escribir (como si no lo estuviera ya).

    Ug. Quiero que este Drácula de Nueva York me chupe la sangre a través de tus palabras. Hasta dejarme seca, en serio.

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  4. Me enamorado de las palabras de Duma. Y, jo, no me gusta nadanada que esté muerto. (Claro, pero a quién le puede gustar. Con lo que es Duma).
    Hace mucho que no escribes sobre ellos, ju.
    Me estoy metiendo todos los días desde que encontré tu blog a leerme una historia cada vez. Y me estoy enamorando poco a poco de los personajes, aunque estoy segura de que sus historias no tienen finales felices. Y creo que por un lado eso me gusta más. Aunque voy a sufrir un poco, sep, está claro.
    (Dios, esta parte en la otra entrada me ha matado)
    -¿Y deberte una? Jamás.
    -¿Morirías por orgullo? ¿O por salvar un mundo que te ha matado?
    -No te pongas celosa. Ahora mismo me estoy muriendo por ti.
    -Te he dicho que no es el momento de hacerte el gracioso.
    -Ahora o nunca.
    -Cállate.
    -Seré una tumba.

    Y bueno, qué escribes jodidamente genial.

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