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martes, 15 de julio de 2014

Sol, Ejemplos, Vestidos y Varios Signos de Interrogación

Hay pocas cosas que recuerde de Ceniza. Sé que estábamos ahí y que ahí era ninguna parte. Sé que la campanada de la comida sonaba una vez al día y las puertas de los túneles se abrían al amanecer y se cerraban al anochecer. Y, aunque en aquél entonces no tenía ni idea de qué era, sabía que la noche era peligrosa y que las compuertas se cerraban para dejarla fuera. Porque vestidos con la noche estaban los Espantapájaros, los Aguafiestas, y todos los monstruos de los cuentos de Noa.

Pero por encima de campanadas y monstruos, recuerdo al asesino del abrigo rojo. Lo llamo rojo, a pesar de que era más el triste y manchado recuerdo del color, porque una parte de mí sabía que lo era. Creo que él me lo dijo. No tenía más que unos pantalones llenos de agujeros, unas botas demasiado grandes y su abrigo. Si no lo hubiera visto sin él en alguna ocasión, seguramente habría terminado por pensar que era simplemente su piel. Le llegaba por las rodillas, le cubría los brazos llenos de cicatrices y palabras. Había algunas en su pecho y cuello que su raído y fiel compañero no llegaba a cubrir. Se mezclaban con el color tostado de su piel y la suciedad; y hacían juego con el carbón de sus ojos. La primera que pude leer era “Sol” y la llevaba sobre el corazón. En aquél entonces no sabía lo que significaba, no de verdad. Sabía lo que era el sol, pero sólo era una palabra para mí. Nunca lo había visto, ni sentido. Ni siquiera había oído hablar mucho de él. Quizá por eso no es de extrañar que Sol terminase siendo sinónimo del asesino del abrigo rojo.

La razón de que Sol llevara escritas en el cuerpo palabras era porque no podía articular ninguna. Antes de la Revuelta de Bo, había un castigo especial para aquellos que se atrevían a decir determinadas palabras en voz alta. Palabras que sueltas, por sí solas, eran inofensivas, pero juntas ganaban un poder tan grande que era casi absurdo. Lo llamaban decir la verdad. Y la pena era perder la voz. No podía estar segura de que Sol hubiera dicho la verdad, pero fue la historia en la que decidí creer. Tenía tantas ganas de pensar que alguien era algo más de lo que parecía que me daba igual estar bebiéndome mentiras.

Pero en fin. La historia que queréis oír no empieza con Sol. Ni con verdades. Empieza con una Ejecución Ejemplar, una Chica Vestida de Azul y Dos Preguntas de Extrema Importancia.


No necesariamente en ese orden.

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