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martes, 10 de noviembre de 2015

Incandescente

everything has changed
and now it's only you that matters
I will find any way to your wild heart


El alma del fuego miró a Rhys y rompió a reír ante los ojos llenos de miedo del mago. El fuego entendía muy bien el terror humano. Hablaba el idioma del sudor, de los escalofríos, de la desesperación. Y el horror de Rhys era un viejo amigo, casi tan antiguo como él. Lo recordaba en los ojos del primer hombre que intentó darle la mano y se quemó.

Encontraré la forma, había dicho el mago. Cualquier forma. 

Promesas, promesas. El fuego sabía de qué iban y leía la nobleza en las palabras del brujo, pero no se dejó conmover. Las lágrimas no sientan bien con las llamas puestas y, además, tenía una reputación que mantener. Era el villano de esa farsa, aunque no estuviera especialmente interesado en el papel. En realidad, era dolorosamente imparcial. Había quemado a brujas y a mártires. 

Y, ahora, tenía a la chica. La chica con el pelo verde agua y la lengua afilada. La chica que los ojos del mago se morían por salvar. ¿Cuántas veces, a lo largo de la historia, a lo largo de todas las historias, tenían los héroes que salvar a chicas cómo aquella? Chicas con huesos de pájaro. Chicas que salvaban el alma del héroe a cambio, pero no podían salvarse a sí mismas. Chicas con dedos de hada y labios rojos llenos de disculpas. Chicas que…

Entonces el fuego lo oyó. Demasiado fuerte. Demasiado alto. Como un tambor de guerra.

La chica tenía corazón de salvaje. La voluntad de los antiguos. El coraje de todos aquellos a los que el fuego había mordido sin conseguir devorar.

La chica, que no era en realidad diferente de ninguna otra, estaba a punto de salvarse a sí misma. Y el fuego sonrió, reconociendo la derrota, dándose cuenta de que había estado equivocado. Una heroína sublime iba a someterlo. Pero, ¿era realmente un acto de sumisión si lo cometía con una sonrisa? Si el fuego estaba de acuerdo, ¿seguía siendo esclavo de la chica del pelo verde?

Cuando Clem abrió los ojos, respirando hondo, las manos le temblaban y las rodillas se le doblaron. Rhys estuvo a su lado en un segundo, sujetándola, buscando en sus ojos rastros de derrota. Sólo encontró cansancio.

—¿Estás bien? —susurró. Sabía que el peligro había pasado, pero su voz parecía haberse ido con él.

Clementine no respondió. En su lugar, le dedicó a su amigo una amplia sonrisa.

Y de haber visto la escena, muchos habrían dicho que le trataba de una sonrisa especial. Extraña y familiar a la vez. Luminosa. Incandescente.

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